jueves, 27 de septiembre de 2012

Tres formas de espiritualidad

Tres formas de espiritualidad son: las ideas impactantes de claridad mental, sabiduría pura orientada al bien, que piensa y se expresa; la práctica de la escucha y la ayuda, interactuando con el mundo, en una fusión con los demás; la sencilla bondad en estado puro y no intelectual, que solamente es y no busca nada.



 

Zósimo el starets, es el personaje más impactante del libro Los hermanos Karamazov de Dostoievski, el ser espiritual de ideas puras, teórico, filósofo pero inactivo, vive en un monasterio, donde tiene una casita a parte, recibe visitas de numerosas personas del pueblo, que vienen a pedirle soluciones a sus dilemas vitales o milagros y curaciones. Le veneran como a un hombre santo mientras la iglesia mira para otro lado, dejándole hacer, pues atrae a nueva gente a monasterio, pese a que está en contra de sus enseñanzas y prácticas, y está celosa por su éxito.

Zósimo dice grandes verdades, nos da ideas que nos abren la mente y el corazón, cómo puede cavar tan hondo en el conocimiento del hombre y sus tormentos íntimos es un misterio, se trata sin duda de una persona iluminada... todos le piden consejo, incluso los no creyentes.

Aliosha, discípulo de Zósimo, es el hermano Karamazov espiritual, aquel a quien todos llaman para que escuche y preste buenos consejos, el guía que no se equivoca, pues ve más allá y, como es persona que practica la bondad, a todo el mundo le gusta tenerlo cerca, siendo siempre bien recibido. A Aliosha el starets Zósimo le pide que viva entre el pueblo, como persona laica, que se case y realice su vida mundana, ello le permitirá llegar a los corazones de muchas personas, entrar en muchas casas, participar de los amoríos y de las tramas, no quedarse apartado mirando, sino ser miembro participante.

Lo curioso es que no puede detener nada, el asesinato de su padre se realiza igualmente... él se ha alejado los días previos de los hermanos, el militar camorrero acusado y el nihilista de ciudad, ambos desquiciados. Mientras se cuece la acción del asesinato, él no está, se dedica a hablar con chavales, como si fuera uno más, asesorando, escuchando, prestando su ayuda a que tengan un buen comportamiento, como que uno de los chicos, inteligente e incomprendido líder, vaya a ver a su amigo moribundo en el hospital con el que se había peleado antes de la enfermedad. Ayudando más al futuro que a aquello que ya no se puede detener, como si solo las nuevas generaciones pudieran regenerarse...

Lejos de estos complementarios personajes, otro secundario, El barquero, es el personaje del libro Siddhartha de Hermann Hesse que enseña la placidez -fuera de las ambiciones mundanas, realizando su tarea en soledad- y contemplación -escuchando la voz del río que dice que todos somo uno- al príncipe fundador del budismo.

Este personaje me gusta porque representa la sencilla lucidez de esas personas de alma pura, iluminadas muchas veces sin saberlo, todo bondad, que suele encontrarse, aunque se trata de un fenómeno difícil de manifestarse, en personas sencillas, poco intelectuales pero con una gran profundidad de pensamiento más allá de las palabras. Es otra forma de espiritualidad, inocente, tranquila, pacífica en su pequeño rincón, pues no desea nada más.

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