"En cierta ocasión viajó a una aldea para comprar una gran cosecha de arroz. Cuando llegó, el cereal había sido ya vendido a otro comerciante. Sin embargo, Siddhartha permaneció en la aldea varios días durante los cuales agasajó a los campesinos, regaló a sus hijos monedas de cobre y asistió a una boda, volviendo del viaje muy contento. Kamaswami le reprochó que no hubiera regresado en seguida prefiriendo malgastar allí tiempo y dinero. Siddhartha le respondió:
-¡Basta ya de reprimendas, querido amigo!, jamás se ha conseguido nada con ellas. Si hay alguna pérdida, permíteme que la asuma. Estoy muy contento de este viaje. He conocido a gente muy diversa y me he hecho amigo de un brahmán. Los niños cabalgaban sobre mis rodillas y los campesinos mostraban sus campos: nadie me tomó por mercader.
-Todo eso está muy bien -clamó Kamaswami irritado-, pero yo diría que eres un mercader. ¿O acaso has viajado solo por placer?
-Por supuesto -repuso Siddhartha riendo-, por supuesto que he viajado por placer. ¿Qué otro motivo me hubiera impulsado a desplazarme? he conocido gente y lugares nuevos, he recibido muestras de amabilidad y de confianza, y he hecho unas cuantas amistades. Mira, querido amigo, si hubiera sido Kamaswami, había vuelto en seguida al ver frustrada mi compra, despechado y con prisas; y entonces sí que se habría perdido tiempo y dinero. De este modo, en cambio, he pasado unos días muy gratos, he aprendido nuevas cosas y me he divertido sin perjudicar a nadie con mi mal humor y mis prisas. Y si algún día vuelvo allí, quizás para comprar otra cosecha o por cualquier otra razón, encontraré gente amable que me recibirá con muestras de cordialidad y de alegría, y yo me felicitaré por no haberles mostrado entonces prisas ni despecho."
(Hermann Hesse, Siddhartha, Ed. Mondadori. Col. De bolsillo, 2004. pág 97 )
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